Se me quedó en la punta de la lengua el "no te cases". Nunca se lo dije y no iba a hacerlo ahora que me contaba no sé si con ilusión que estaba próximo a casarse. En alguna época nos gustamos, él a veces me ha dicho que no me imaginaré cuánto deseó andar, latear, chapar, estar conmigo; y yo en efecto, siempre le he respondido que está bien, ok, sólo si él me hubiera dicho algo (o sea, si me hubiera dado 'zajiro') tal vez me hubiese dado cuenta.
Era una tarde de enero en que me lo volvió a decir: "Me caso". Ya me lo había anunciado hacía meses atrás, péro creí que era una broma y no le presté importancia. Ahora que me contaba cómo era la novia y los detalles de los preparativos caí en la cuenta de que era cierto. Él se iba a casar, y yo... más sola que un hongo, sin perro que me ladre, atiné a desearle toda la felicidad del mundo porque se la merece.
Hasta sentimental me puse, él sabe que es un buen chico y que claro en la brega de encontrar el amor eterno había ido y venido muchas veces, pero parece que con esta chica había decidido quedarse. Con muchas frases cariñosas de por medio me hizo saber 'cuánto' me quería. Y claro, no faltó la clásica promesa de "nada cambiará entre nosotros. mi esposa entenderá que a mí no me controlará. así que cuando quieras nos podemos ir a tomar un café", en fin.
Creo que faltaban solo unos días para la boda y no sé cuál fue el objetivo de esa conversación por chat, pero él empezó a rememorar cada momento juntos, en nuestra época de la universidad. En lo nuestro sí existió un amor serrano. Éramos compañeros en un curso de inglés y de molestarme hasta el cansancio, pasó a verme con otros ojos, dejamos las niñerías de lado y nos hicimos amigos. No solo dentro sino también fuera del campus.
Él recordaba a la perfección cada cosa que pasó en aquella época, desde si escribí una frase de un poema de Neruda en uno de sus cuadernos hasta si lo iba a despertar los domingos a su casa para que me prestara su PC y digitar algún trabajo. Así, mientras él se deshacía en ronquidos y rumiaba su juerga sabatina, yo reventaba las teclas, terminaba mis trabajos y me iba.
En esa época no hubo ningún acercamiento más allá de los gileos que entre bromas los hombres suelen hacer y que claro una desestima porque son eso... una broma. Lo malo es que para ellos -y ya generalizo- eso era un cotejo, y para nosotras... un hueving.
Él nunca me propuso nada serio, al menos no en los términos que cualquier mujer espera: o sea... si saben que 2 + 2 son 4, por qué no pueden articular un: "¿quieres+estar+conmigo?"... es uno de los tantos misterios sin resolver en torno a la mente masculina.
Por eso, mientras él evocaba nuestros años maravillosos ad portas de amarrarse, de repente me entró cierto fastidio. O sea, tienes a la novia alocada corriendo de un lado para otro y tú y solo tú te das el tiempo para hacer un remember ciberespacial con tu amiga de la universidad. Esa conversación con tufillo a "mira lo que te perdiste" me llegó, así que me despedí con la cortesía que me caracteriza. Y así como el "no te cases" se me quedó en la puntita, también se me quedó en la lengua -tal vez en el esófago- el "no hay derecho. cásate, olvídate y pasa a mejor vida".
miércoles, 18 de febrero de 2009
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