Desde que tengo uso de razón siempre he escuchado a las personas pedir hechos y no palabras, al momento de solicitar a sus seres queridos -y no tan queridos- que den muestra de algún cambio sustancial. Sin embargo, cuando los hechos se agotan o simplemente no bastan para dar fe de todo el amor o desesperación que uno guarda en su alma, siempre nos quedarará una herramienta mucho más eficaz: la palabra.
Y no cualquier palabra, no señor. A lo que me refiero es que una vez agotadas tooodas las instancias, soltado todas las lágrimas y moqueado en todos los hombros habidos y por haber, nos sentemos a pensar en frío para dilucidar de qué modo podemos hacer que ese ser humano se conmueva para volver, perdonar, dejar de joder o simplemente cagarlo por huevón.
A mí nunca me han fallado mis cartas electrónicas. Siempre con las ideas claras y un aguijón entre las manos he reventado mil teclas no solo para escribir epístolas firmadas por mí, sino también de personas que conozco que, a sabiendas de mis cualidades para expresar lo que no siempre uno se atreve, han podido obtener la respuesta del destinatario. Claro de ahí a que sea la respuesta deseada hay mucho trecho, pero al menos hemos logrado que el individuo rompa el hielo estático de su indiferencia.
Un editor de un conocido diario de circulación nacional se me acercó una vez y me dijo: Arrese, sabes qué es lo mejor que he leído de ti? Y yo- novel periodista- inflé mi pecho de emoción pensando en cuál de todas mis notas se habia fijado, pero no. La respuesta fue: "tus cartas"... halagador, pero estudié cinco años para periodista no para cartera (que no es la esposa del cartero). No avizoraba aquel entonces el poder de la palabra, en fin...
Recuerdo que en una oportunidad, una amiga fue acusada -sin haberse sentado en el banquillo- de pérfida, fácil y mundana. Ya saben el típico raje de un 'ex' imbécil que enfila sus baterías hacia el 'actual ', pero no menos idiota por dudar. En apariencia, ella -misma torera- coronó en una jornada amatoria de la que habían hasta pruebas (no pregunten más). Ya sin salida y con su verdad -que nadie creía- me contó el rollo. Inmediatamente le dije: una carta y zás se acaba el tema.
Entonces pasé como dos horas escuchando la historia de su vida con él y etc para ver qué elementos servirían al momento de enviarle el dardo verborreico al desconfiado enamorado. Desde el primer día que se conocieron, hasta las mordidas de oreja y demás demostraciones de 'te quiero, mi vida, de aquí a la eternidad' fueron válidas para llegar al órgano ese que late con furia cuando aún queda amor: el corazón. Resultado: el pata pidió una audiencia y entre llantos le prometió que no volvería a desconfiar. O sea, de Maria Magdalena -con los peñones encima- pasó a encumbrarse como la madre Teresa. y gracias a qué? al poder de la palabra, pues hermanita.
Como este tengo mil casos (quitémosle dos ceros, mejor) en los que un certero mailsazo ha logrado amistes, arrejuntes, mandadas a la mierda -con dolor y todo-, entre otras reacciones. Recuerden, no siempre obtendremos la respuesta que buscamos, pero al menos será un gran paso para romper la barrera levantada por aquella alma herida o caprichosa que nos flagela con su indiferencia.
Hasta he atendido consultas en línea:
- Mónica, este pata se hace el loco, me odia y no me escribe.
Clavale un mail
- Qué le pongo?
Lo que sientes, pero con 'sentimiento'
- Cómo pues?
Trae pa' acá, cómo es?. ok. 'tacatacataca (teclas)'. ya está... mándale esto
- Yehhhh. Respondio!!!
Entonces se me dibuja una sonrisa y pienso en que si cobrara por todas las cartas que he escrito en mi vida para mi, para propios y para extraños, probablemente ahora sería millonaria. Claro, que si me descontaran por las reacciones desfavorables, tal vez me tenga que quedar empeñada... jaja.
Sea como fuere, esto no ha sido más que un pretexto para poner a disposición de la comunidad en general mi nuevo oficio, es decir, escritora de cartas: de amor, de desamor, de despecho, de aclare, de desahogo, de todo lo que tu alma angustiada quiere expresar y no sabe cómo... todo absolutamente todo lo puedo escribir yo por ti. A ver... quien se anima?
viernes, 14 de septiembre de 2007
No quiero perderte
Alguna vez alguien me escribió esto...
NO QUIERO PERDERTE
Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte.
Pero lo que presiento no se parece en nada
a la común tristeza. Más bien es certidumbre
de la totalidad de mis días en este
mundo donde he podido encontrarme contigo.
De pronto tengo toda la impaciencia de todos
los que amaron y aman, la urgencia incompartible
de los enamorados. No quiero geografía
sino amor, es lo único que mi corazón sabe.
En mi vida no cabe este exceso de vida.
Mejor, si te dijera que medito las cosas
(fronteras y distancias) en los términos propios
de la resurrección, cuando nos alzaremos
sobre las coordenadas del tiempo y el espacio,
independientemente del mar que nos separa.
Sueño con el momento perfecto del abrazo
sin prisa, de los besos que quedaron sin darse.
Sueño con que tu cuerpo vive junto a mi cuerpo
y espero la mañana en la que no habrá límites.
NO QUIERO PERDERTE
Desde que te conozco tengo en cuenta la muerte.
Pero lo que presiento no se parece en nada
a la común tristeza. Más bien es certidumbre
de la totalidad de mis días en este
mundo donde he podido encontrarme contigo.
De pronto tengo toda la impaciencia de todos
los que amaron y aman, la urgencia incompartible
de los enamorados. No quiero geografía
sino amor, es lo único que mi corazón sabe.
En mi vida no cabe este exceso de vida.
Mejor, si te dijera que medito las cosas
(fronteras y distancias) en los términos propios
de la resurrección, cuando nos alzaremos
sobre las coordenadas del tiempo y el espacio,
independientemente del mar que nos separa.
Sueño con el momento perfecto del abrazo
sin prisa, de los besos que quedaron sin darse.
Sueño con que tu cuerpo vive junto a mi cuerpo
y espero la mañana en la que no habrá límites.
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